La incomprensión del sufrimiento mental

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– No me encuentro bien.
– ¡Anímate, hombre!
– ¡Gracias! Ya me encuentro mejor…


– Estoy deprimido.
– Haz una lista de las cosas que te sientan bien, y otra lista de las cosas que te sientan mal. Priorízalas. Deja de hacer las cosas que te sientan mal, y haz las cosas que te sientan bien.
– ¡Guau! ¡Qué buena idea! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? ¡Todo solucionado!

La mayoría de las personas experimentamos un gran desconcierto cuando en nuestro entorno próximo se produce un caso de enfermedad mental. Una de las enfermedades mentales más comunes es la depresión. Se trata de un trastorno que sufre el 4,3% de la población mundial. España supera esta media, con una incidencia del 5,2% de la población. Afecta más a las mujeres, sobre todo menores de 29 o mayores de 55. Es una de las causas de baja laboral más frecuente, aunque no lo es tanto como motivo de invalidez o incapacidad permanente, y sin embargo según la OMS es la principal causa mundial de discapacidad.

“La depresión es la principal causa mundial de discapacidad”

La depresión es un fenómeno complejo no exento de polémica e incertidumbre. Estos trastornos provocan serias dudas que van desde el enfoque científico hasta el filosófico. Se considera que el 30% de los pacientes con depresión puede estar mal diagnosticado, confundiéndola en muchos casos con otras patologías. Además hay psiquiatras que sostienen que muchas personas son catalogadas de esta forma cuando en realidad sólo están atravesando un mal momento. Los antidepresivos tienen importantes efectos secundarios y tomarlos sin necesidad puede ser muy perjudicial. Según algunos psiquiatras estos medicamentos podrían, paradójicamente, llegar a causar depresión, convirtiendo un suceso episódico en una enfermedad crónica. El psicólogo clínico Gary Greenberg considera que las grandes cifras que se manejan son una farsa trágica, no porque la gente no esté deprimida sino porque, según él, en la mayoría de los casos la depresión no es un trastorno mental, sino una respuesta sana a un mundo aberrante. El trastorno bipolar es habitualmente confundido con depresión y según los expertos, los afectados tardan una media de diez años en ser diagnosticados correctamente. En relación a esto, el psiquiatra Eduard Vieta, del Hospital Clínic de Barcelona incide en que los síntomas de depresión, al ser frecuentemente atendidos por los médicos de Atención Primaria, suponen un “enorme reto con el poco tiempo que tienen en las consultas”, lo que hace que, en ocasiones, sean mal diagnosticados y tratados únicamente con antidepresivos a pesar de que el uso indebido de estos fármacos puede perjudicar el pronóstico del trastorno bipolar “favoreciendo la activación de los genes o mecanismos cerebrales implicados en este trastorno”.

“Gary Greenberg considera que la depresión puede no ser un trastorno mental, sino una respuesta sana a un mundo aberrante”.

Por lo general la depresión y otros problemas mentales no comienzan de un día para otro, sino que parten de una situación que va degenerando gradualmente, manifestándose sus indicios progresivamente. Los expertos consideran que cuanto antes se empiece a actuar, más efectivo será el tratamiento y menor la posibilidad de una recaída. Es por tanto crítico preguntarnos: ¿cómo podemos detectar en nuestros seres queridos, y en nosotros mismos, los síntomas de inicio de depresión? Y ¿cómo debemos actuar ante estos síntomas?

La tristeza es una emoción natural que puede suponer una reacción coherente frente a la pérdida de un ser querido, dificultades en el trabajo, problemas de pareja o familiares. También puede estar relacionada con cambios hormonales o problemas de tiroides. ¿Qué debemos hacer si se incrementa su intensidad y se prolonga en el tiempo? Evidentemente, es fundamental obtener un buen diagnóstico y un tratamiento adecuado. Pero ¿es esto todo lo que podemos hacer por la persona con síntomas de depresión? ¿Debemos tener en cuenta alguna otra cosa, además de dirigirle a un profesional de la salud?

 

¿Cómo apoyar a alguien que tiene depresión?

Las personas que sufren depresión o alguno de sus síntomas se encuentran en situación de vulnerabilidad, con menos energía para poner en marcha soluciones y menor claridad mental para pensar en ellas. El apoyo de sus familiares y seres queridos será esencial para la prevención y mejora de estos trastornos. ¿Cómo reaccionamos cuando algún familiar o ser querido tienen síntomas de depresión?

“Ante los síntomas de depresión muchos amigos y familiares responden sin reflexionar, como un resorte, ofreciendo consejos inútiles que pueden ser contraproducentes”.

Una reacción común es tratar de animar y dar consejos intuitivos como los que aparecen en los manuales de autoayuda. La mayoría de ellos son lugares comunes y trivialidades inútiles que se manifiestan espontáneamente. Es curioso observar cómo ante un indicio de este tipo en muchos casos los familiares y amigos responden casi inmediatamente, como un resorte, con frases como “anímate” o “haz un esfuerzo por ver las cosas positivas” sin haber dedicado ni un solo segundo a reflexionar sobre lo que van a decir, y mucho menos a preguntar, indagar y escuchar a la persona que está sufriendo. El manifestar tan alegremente que se dispone de una solución a un problema tan difícil podría ser contraproducente, ya que se puede incluso llegar a culpabilizar a la víctima de su sufrimiento. A la hora de enfrentar los problemas el optimismo es bueno, pero el “positivismo” propio del pensamiento ilusorio (“todo va a ir bien”), tan de moda, puede convertirse en algo especialmente cruel si con ello pretendemos convencer a la persona que está sufriendo de que “todo está estupendamente”, y la culpamos de su “actitud negativa” ante la vida. No, no es cierto que “todo está estupendamente”. Intentar convencer a la persona que está sufriendo de que no tiene ningún problema es ingenuo, estúpido o cruel.

 

Apoyar no es fácil

Las personas que necesitan apoyo frecuentemente expresan sus emociones y necesidades de una forma u otra. El que no se haga de la forma más adecuada puede estar relacionado precisamente con el hecho de que existe un problema. Por ejemplo, el enfado y la ira también son formas de manifestar problemas. Curiosamente, la ira y la tristeza parecen ser emociones incompatibles, con lo que podríamos elucubrar acerca de la aparición de arranques de ira como posible mecanismo de alivio transitorio para las personas que sufren depresión. Es imposible estar enfadado y triste al mismo tiempo. Durante un arranque de furia, la depresión desaparece.

En cualquier caso, la hostilidad, la irritabilidad y los estallidos violentos son frecuentes en procesos depresivos. Por supuesto, podemos considerar injusto que alguien se comporte indiscriminadamente de forma airada con nosotros. Lo es. Es injusto. Pero esto no debería impedirnos detectar que requiere de nuestro apoyo, y no justifica no prestárselo. Recibir eventualmente gritos o insultos de un familiar o ser querido no es realmente un gran problema. Las enfermedades mentales, sí.

Si sabes o sospechas que tu pareja está pasando por una depresión, y tu pareja te grita y te culpa por tonterías, en vez estar ofendido y molesto podrías pensar que justo en ese momento tu pareja está aliviando momentáneamente su depresión. En vez de enfadarte con tu pareja por su comportamiento, y crear una espiral de enfado, podrías alegrarte internamente y dejar que el suceso pase y se olvide.

“Recibir eventualmente gritos o insultos de un familiar o ser querido no es realmente un gran problema. Las enfermedades mentales, sí”.

No digo que sea fácil. Si recibimos una mala respuesta, una reacción agresiva e incluso violenta de forma injustificada no será nada fácil obviar esta situación para concentrarnos en las posibles causas, tratar de entender y apoyar. Pero no olvidemos que ese mismo “no es nada fácil” también es aplicable a la persona con un patología mental (o en sus inicios) y seguramente para ella sea aún más difícil el reto.

 

La experiencia de Sarah

La depresión es uno de los temas que trata Sarah, científico de datos, en su blog. En este artículo muestra algunos de los malentendidos, incomprensiones y despropósitos que existen en relación a este trastorno.

Estás sufriendo. Intentas tanto como puedes ocultarlo a los demás, cumplir con todas tus responsabilidades y ser una “buena chica”. Pero estás sufriendo y finalmente te desborda. En algún momento tocas fondo y expresas tu dolor emocional a través de un acto de autodestrucción que es imposible de ocultar. En ese momento la gente a tu alrededor se horrorizará y te internará en una clínica donde descansarás, te recuperarás y serás curada por médicos y terapeutas sabios y comprensivos.

Pero no es así como funciona.

Sarah destaca que una buena atención de salud mental no es solamente difícil de obtener, sino que desafortunadamente los profesionales de salud mental no son magos y no hay ninguna garantía de que la terapia o la medicación vayan a solucionar el problema. Y sin embargo sí que hay una buena probabilidad de que se produzca una discriminación social y que el estigma de la enfermedad mental perjudique los planes de desarrollo profesional, académico o familiar.

“El estigma social de la enfermedad mental no hace sino dificultar su curación y prevención”.

Hay tantos estigmas asociados a la depresión que muchas personas prefieren ocultarla tanto como sea posible. Dado que las cifras de depresión indican que las mujeres son más propensas que los hombres, hay quien considera que tal vez esto sea debido a que ellos lo reconocen menos por la discriminación que pueda comportar, y prefieren tratar de escapar del dolor mediante el consumo de bebidas alcohólicas, drogas o trabajando en exceso. Aunque no se recomienda, es cierto que el alcohol –socialmente aceptable– disminuye la ansiedad de forma efímera, por lo que su abuso podría enmascarar una depresión. Sin embargo, y aunque los varones han tenido históricamente unos consumos de alcohol muy superiores a los de las mujeres, estudios recientes equilibran la balanza del alcoholismo entre sexos.

En cualquier caso, no podemos obviar que la percepción social puede provocar que reconocer un problema mental se convierta en un camino sin retorno, produciendo como mecanismo de defensa un ocultamiento de los síntomas, que se dejan sin atender todo lo posible hasta que el problema sea insostenible e imposible de ocultar. Para complicar aún más las cosas, Sarah denuncia que el mantra –sin duda, defendible– que se enseña a los jóvenes de hoy: “si alguien tiene problemas mentales, debe obtener ayuda profesional” se ha convertido en un: “si ves a alguien con problemas, no trates de ayudarlo, dile que busque ayuda profesional”. Según su experiencia en la universidad “tuve un aluvión de sesiones de orientación donde nos dijeron que si un compañero o amigo estaba luchando con un problema emocional o psicológico, no deberíamos tratar de manejar la situación por nuestra cuenta, sino que deberíamos remitirles a las instalaciones de salud mental. Piense por un momento en lo equivocada que puede llegar a ser esta idea. Estamos enseñando a los chicos a que, en vez de ser amables con los amigos que están tristes, lo que deben hacer es reportarlos a las autoridades”.

A pesar de que con frecuencia en enfermedades mentales como la depresión se tiene una gran capacidad tanto de prevenir como de mejorar, si el paradigma social predominante en la percepción de la discapacidad producida por la enfermedad mental, entre otros errores, da por sentada la irreversibilidad de esta (¡falso!), o justifica la omisión de apoyo emocional amparada en el “debes buscar apoyo profesional” (que sí debe buscarse, pero no es lo único) o en el “ayer me gritaste y no me lo merezco”, esto dificultará enormemente su prevención y recuperación. Tratándose de trastornos que afectan nada menos que a una de cada cuatro personas a lo largo de su vida, parece más que justificado esforzarnos, todos, por tratar de entender y aprender a manejar adecuadamente estas situaciones. Esto redundará en beneficio y bienestar de muchas personas. Con toda probabilidad, algunas de ellas, nuestros seres más queridos.

 

Tests

Existen test disponibles online (1, 2, 3) basados en detectar diversos síntomas de la depresión que si bien no poseen un valor diagnóstico formal, sí permiten tener una primera orientación acerca de si lo que uno está viviendo es simplemente tristeza o algo más grave, y sobre todo alertar en caso de existir indicios de necesitar atención profesional inmediata.

Posted by Manu Herrán

Founder at Sentience Research. Associate at the Organisation for the Prevention of Intense Suffering (OPIS).

4 Comments

  1. Gracias por este artículo, Manuel. En realidad lo que nos hace sufrir son los prejuicios, para comprender a quienes tienen depresión o para aceptar que uno mismo puede tener depresión. ¿Nuestros prejuicios provienen de nuestros miedos y traumas?, de la presión social?

    1. Muchas gracias Amor por tu comentario.

      Creo que es tal como dices. Los prejuicios nos hacen sufrir. Las ideas preconcebidas (expectativas) acerca de lo que debe ser, de cómo deberíamos ser, de cómo creemos que debería ser nuestra vida… nos hacen sufrir mucho. La falta de aceptación y de comprensión de los problemas mentales, ya sea en uno mismo o en los demás, y su interpretación distorsionada (ya sea minimizando los problemas que existen, o exagerándolos) es causa de mucho sufrimiento.

      ¿De dónde vienen los prejuicios y distorsiones? La Psicología evolucionista [1] es una navaja suiza que prácticamente da respuesta a cualquier pregunta de este tipo. Todos estamos “programados” (metafóricamente) por la genética y la evolución para estar permanentemente insatisfechos, ya que a la evolución no le “importa” (metafóricamente) maximizar nuestra felicidad, sino maximizar nuestra superviviencia. El sufrimiento y la insatisfacción son la norma en la naturaleza; la felicidad y la satisfacción son la excepción. Sin embargo, estamos “programados” para creer lo contrario [2].

      Bien, pero ¿de dónde vienen exactamente los prejuicios y distorsiones sobre la enfermedad mental? ¿Por qué a veces se infravalora y en otros casos se exagera?

      Muchas personas con sufrimiento mental tienen la intuición, probablemente acertada de que, si muestran a la sociedad sus problemas mentales, entonces solo por haberlo hecho, y aunque puntualmente les sirva para recibir algún apoyo, van a encontrar un distanciamiento social y laboral que agravará su problema limitando sus posibilidades de éxito en sus proyectos personales y laborales.

      Es decir, nuestro instinto de supervivencia nos dice que ocultemos el problema tanto como sea posible, por ejemplo, enmascarándolo con el alcohol o el trabajo, porque nuestra intuición nos dice que para cierto tipo de problemas la “manada” nos apoyará, pero en el caso de otro tipo de problemas dejará de hacerlo y nos abandonará. Este instinto puede llegar a ser inconsciente, es decir, estaríamos realmente convencidos de que no tenemos tal problema mental. Esto explicaría que minimicemos nuestros propios problemas mentales o los de las personas muy cercanas, a quienes apreciamos mucho: estaríamos tratando de evitar ser rechazados.

      Bien, pero ¿por qué la “manada” nos rechazará si reconocemos el sufrimiento mental? Me atrevo a elucubrar dos motivos:

      – El problema mental sugiere al grupo la idea de un comportamiento impredecible, o al menos, más impredecible que la norma, lo que impide o dificulta asegurar que la persona con sufrimiento mental siga cooperando con los demás. Como reacción a esto, el grupo se aísla de la persona con sufrimiento mental.

      – Parece razonable pensar que podremos ocultar mejor nuestro sufrimiento mental si nos juntásemos con otros que estén viviendo exactamente la misma situación interior, enmascarándola de la misma forma, y por tanto es razonable pensar que esto esté sucediendo ya. Esto me permite sugerir esta otra explicación: reconocer la enfermedad mental produce rechazo en el grupo porque supone traicionar el pacto tácito que existe entre todos los que la siguen ocultando y disfrazando. En este sentido, quien reconoce su enfermedad mental sería identificado como el desertor que ha dicho “no puedo más”, poniendo en evidencia que los otros, que no son tan distintos, también tienen problemas mentales, aunque fueran en menor grado. Esto explicaría que maximicemos los problemas mentales de los demás una vez los han reconocido: exagerar el problema de quien ha reconocido su sufrimiento mental sería una forma de distanciarnos de la persona con sufrimiento mental, con el objetivo de evitar ser también identificados como persona con problema mental y arrojados al mismo pozo de ostracismo.

      Por ello, me parece importantísimo que la sociedad tenga mejor información y conocimiento acerca de las enfermedades mentales y de las reacciones frente a ellas, y se investiguen y entiendan mejor estos comportamientos, de forma que se puedan desterrar prejuicios equivocados que impiden solucionar problemas o los agravan.

      En relación a esto está sucediendo en mi opinión un fenómeno agridulce, que es que la sociedad va adquiriendo la tendencia a aceptarlas mejor debido a que cada vez más gente las ha vivido de cerca o en primera persona [3].

      [1] https://es.wikipedia.org/wiki/Psicolog%C3%ADa_evolucionista

      [2] https://manuherran.com/la-gran-mentira/

      [3] http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs396/es/

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