“A powerful piece.” —David Pearce
La gente se pregunta sobre la causa de la pobreza cuando la escasez es el estado natural de las cosas. ¿Por qué la escasez es el estado natural de las cosas? Porque estamos “diseñados” (metafóricamente) para sobrevivir y reproducir nuestros genes tanto como sea posible. No para descubrir la realidad. No para disfrutar. Esta es la razón por la cual la evolución ha seleccionado en nosotros el miedo a la muerte y la creencia en que la vida siempre merece la pena ser vivida. Estamos “programados” para hacer nuestra vida lo más larga posible, a cualquier precio.
Este artículo fue publicado en inglés en el magazine de antinatalismo con el título “The Big Lie” The Antinatalism Magazine, vol. 1, September, 2017. Jiwoon Hwang, Ed. Paperback Kindle Edition, y en francés en L’amorce.
“No somos máquinas que buscan la verdad. Somos máquinas que buscan la supervivencia.” —Martin Ciupa
Para mí, “vida” ha sido siempre sinónimo de “felicidad”. He crecido en una familia numerosa y siempre he asociado el alboroto de las reuniones familiares con los momentos más felices. Mi relación con los animales, y en particular, perros y gatos, ha sido siempre de alegría, risas y juegos. El dolor siempre ha sido una prueba, superable, que me hacía más fuerte. La muerte era algo que ocurría a los demás mientras a mí me dotaba de una perspectiva trascendente de la existencia.
Pero, tal como descubrí después, se trataba de una perspectiva trascendente de la existencia más bien estética. Todo lo que yo creía saber de la vida era falso. O más bien, era totalmente cierto, pero únicamente una parte ínfima de la realidad: era cierto solamente para mí y para unos pocos más, tan afortunados como yo.
Recuerdo que de niño a veces me sobrevenían inquietantes pensamientos, un rastro de sospecha de que todo a mi alrededor podría ser un frágil decorado que ocultaba al otro lado una verdad terrible.
“Soy un miembro de la especie privilegiada, en el momento privilegiado, en el lugar privilegiado. Los demás no han tenido tanta suerte”.
Con el tiempo me he dado cuenta hasta que punto soy un ser extraordinariamente afortunado. Pertenezco a la especie privilegiada dominante (la humana). He nacido en la época de mayor prosperidad y garantía de derechos de toda la historia conocida. Y por si esto fuera poco, he nacido en la clase media-alta de un país relativamente tranquilo y seguro. En resumen, soy un miembro de la especie privilegiada, en el momento privilegiado, en el lugar privilegiado. Los demás no han tenido tanta suerte.
El hecho de ser un privilegiado y relacionarme básicamente con otros privilegiados me ha hecho pensar, durante casi toda mi vida, que esto era lo normal. Pero la verdad es que los seres humanos en general sufrimos mucho. Por supuesto, usamos nuestra inteligencia y otros recursos a nuestro alcance para sufrir lo menos posible, pero no siempre podemos evitar el sufrimiento. En la segunda guerra mundial murieron unos 75 millones de personas en circunstancias muy dolorosas. Más de 300 millones de personas en el mundo sufren depresión y más de 800.000 se suicidan cada año.
“El problema no es morir. El problema es tener una vida miserable o una muerte terrorífica”.
Seguramente los animales en la naturaleza sufren por lo general más que nosotros, los humanos. Sólo uno de cada cinco cachorros de león llega a los dos años. Y no mueren con cuidados paliativos, analgésicos y anestésicos, sino por hambre, sed, enfermedades, siendo devorados o atacados por otros animales. La tasa de mortalidad de los leones puede parecer alta, pero es al contrario: la mayoría de las especies tienen una estrategia conocida como “r” (selección-r) en la que se generan muchísimos descendientes, cada uno de los cuales tiene una probabilidad muy baja de sobrevivir.
Los animales en las granjas industriales no tienen mejor suerte. Hervimos las langostas y cangrejos vivos, antes de comerlos. Casi un millón de pollos y pavos también son hervidos vivos cada año en los mataderos de Estados Unidos, a menudo porque a la velocidad a la que se mueven las líneas de producción, se producen fallos al matar a las aves antes de caer en el agua hirviendo (estimación del año 2013).
Insisto en remarcar el sufrimiento porque el problema no es morir. El problema es tener una vida miserable, o una muerte terrorífica. Entre detenidos desaparecidos, ejecutados, torturados y presos políticos, el número de víctimas de la dictadura de Pinochet superó las 40.000 personas. Más de 4.000 personas sufrieron torturas en Euskadi en los últimos 50 años, según un informe. Desde el golpe de Estado de Egipto, 60.000 personas han sido detenidas y muchas de ellas torturadas. Más de 11.000 niños han muerto en la guerra civil de Siria y cientos de ellos han sido asesinados o torturados. Se barajan cifras de entre decenas de miles o cientos de miles de personas que sufrieron de alguna manera u otra la Inquisición. Unos 50.000 pacientes mueren al año en España con sufrimiento evitable, por no tener acceso a unos cuidados paliativos. Cada día más de 2000 niños de todo el mundo mueren en dolorosos accidentes. Sólo en un año y sólo en la Unión Europea se sacrificaron 252 millones de cerdos. El 77% de estos cerdos son castrados sin anestesia. Durante un año se producen 140.000 experimentos con animales no humanos en España en los que el animal muere o sufre un gran daño.
Estos son solo algunos ejemplos. Aunque no he vivido ninguno de ellos, puedo imaginar cómo pueden ser esas atrocidades y estoy convencido de que no quiero experimentarlas bajo ningún concepto, ni quiero que nadie tenga que pasar por ello. Yo no me arriesgaría a vivir sus vidas. Si me ofrecieran vivir alguna de esas vidas, por supuesto que lo rechazaría. No solo eso: de hecho, rechazaría vivir cualquier vida que no fuera la mía, a no ser que fuera una mejor. Por eso, si fuera posible y me lo ofrecieran, rechazaría reencarnarme al azar. Con la información de la que dispongo, considero que no tengo ningún interés en vivir una vida cualquiera al azar como ser sintiente, ya sea animal o humano. No correría ese riesgo. Entonces, ¿qué sentido tiene traer nuevas vidas al mundo y hacerles correr el riesgo de vivir alguna de esas horribles experiencias? Sólo sería buena idea hacerlo si pudiéramos asegurar razonablemente su felicidad. Esta forma de plantear el problema busca la imparcialidad en forma de lo que se conoce como “el velo de la ignorancia“, aunque el nombre me resulta confuso y me parece más apropiado llamarlo el “egoísmo velado” o “egoísmo ciego”.
“La evolución nos ha diseñado (metafóricamente) para creer que la vida merece la pena y que vivir es más importante que evitar el sufrimiento. Estamos ‘diseñados’ para sobrevivir, no para disfrutar”.
Hay quien puede objetar que la mayoría de las vidas, tanto de humanos como de animales, merecen la pena, ya que la mayoría de ellos no se suicida. Pero hay razones muy concretas por las que no nos suicidamos, aún cuando ésta fuera la opción más racional. En primer lugar, suicidarse no es sencillo. Técnicamente es muy difícil hacerlo sin sufrimiento, por lo que intentar suicidarse puede empeorar aún más la situación. Por otra parte, para muchos puede resultar inconcebible. Simplemente, no se lo plantean. Además el propio estado de sufrimiento puede nublar la razón e impedir poner en práctica el suicido.
Suicidarse puede ser un acto desesperado, pero racional. Quienes se suicidan consideran que su vida no merece la pena o que es insoportable. Si los animales no lo hacen masivamente considero que es porque suicidarse es complejo, difícil (físicamente y mentalmente). Y para muchos humanos, en mi opinión, sucede lo mismo. A un nivel profundo, creo que no hay una diferencia significativa entre los motivos por los cuales los animales no humanos cuyas vidas futuras van a ser previsiblemente negativas no se suicidan y los motivos por los que la mayoría de los humanos tampoco lo hacemos en similares circunstancias. El motivo es el mismo: no fuimos diseñados (metafóricamente) para disfrutar, sino para la supervivencia de nuestros genes. La evolución no nos ha creado con una buena capacidad para suicidarnos. Es más, la evolución produce el sesgo de creer que la vida merece la pena, pase lo que pase. Estamos “diseñados” para sobrevivir, no para disfrutar. Este es el gran engaño al que nos somete la evolución: la evolución nos ha “diseñado” para creer que la vida merece la pena, y que vivir es más importante que evitar el sufrimiento.
La evolución incluso nos ha diseñado (una vez más, metafóricamente) para tener la sensación de que hay más disfrute que sufrimiento. La gente se pregunta por la causa de la pobreza, cuando la escasez es el estado natural de las cosas. La miseria es lo normal: por lo que hay que preguntarse es por la causa de la prosperidad. Lamentablemente, hay una falta de simetría entre disfrute y sufrimiento. Como dijo Eduardo Mendoza en boca de uno de sus personajes de novela (cito de memoria porque no encuentro la cita literal, pero la idea es fiel): resulta frustrante comprobar cómo un golpe de buena suerte no es suficiente para compensar toda una vida de sinsabores y miseria; y sin embargo, un revés de la fortuna sí que puede arruinar en un minuto toda una vida de felicidad.
Sé que estas ideas pueden resultar extravagantes o deprimentes, pero desgraciadamente, creo que reflejan mejor la realidad que la creencia habitual en que la vida es maravillosa y que todo va a ir bien. Aunque hablar de estos asuntos pueda ser triste, reflexionar y estar preparado puede evitar grandes sufrimientos en el futuro, a nosotros mismos y a otros seres queridos; e incluso a otros que jamás conoceremos. Tal vez leer e interesarte por evitar el sufrimiento intenso sea la mejor decisión que puedas tomar en toda tu vida. Espera lo mejor, pero prepárate para lo peor.
¿Quieres ser feliz?
Todos queremos ser felices. Y la felicidad no es cuestión de años. Una vida corta puede ser feliz mientras que una vida larga puede ser miserable. La vida corta y feliz siempre será preferible a la vida larga y miserable aunque, como ya he dicho, estemos programados para hacer que nuestra vida sea lo más larga posible, a toda costa. Este es el engaño al que nos somete la evolución, pero del cual creo que nos podemos y nos debemos librar.
“La felicidad no es cuestión de años. Siempre es preferible una vida corta y feliz que una vida larga y miserable”.
No pretendo fomentar la idea de acabar indiscriminadamente con las vidas de los demás ni con la propia, ni defiendo la idea del “botón de la destrucción del universo” aunque fuera mejor un mundo vacío. Incluso aunque las vidas tuvieran un valor neto claramente negativo, y las muertes fueran sin sufrimiento, hay muchos motivos por los cuales, es una mala idea tratar de terminar las vidas sistemáticamente. Con “terminar las vidas sistemáticamente” me refiero a las vidas de un gran grupo de individuos: aquellos que cumplen ciertas características, por ejemplo, pertenecer a una, varias o todas las especies sintientes, tal vez también la humana, de forma que los individuos son considerados estadísticamente, y no individualmente. No es buena idea. Lo que pretendo fundamentalmente es promover la idea de que el sufrimiento es muy relevante, y que acabar con el sufrimiento extremo es lo más relevante de todo. Necesitamos acabar con el sufrimiento extremo, pero no de cualquier manera.
¿Cuáles son los motivos por los que es mala idea tratar de terminar sistemáticamente las vidas cuyo valor neto futuro es previsiblemente muy negativo? Hay un primer grupo de motivos que considero intuitivos, relacionados con el respeto a la libertad individual, o el tratar de buscar la convergencia de los distintos sistemas de valores, así como la indecisión para hacer algo que puede ser totalmente contrario a nuestros impulsos más básicos (por ejemplo, de supervivencia; o de empatía). Otro segundo grupo de motivos serían prácticos, como evitar la alarma social, y en general, evitar un mal mayor, como un error que conduzca al desastre, o que, simplemente, resulte técnicamente o políticamente difícil de hacer, por no decir imposible.
Hay un tercer grupo de motivos tal vez poco intuitivos, pero lógicos, basados en las consecuencias de nuestras acciones. Por una parte y a “corto plazo”, la humanidad está demostrando su capacidad para acabar con todo el sufrimiento ya que está demostrando su capacidad para acabar con toda forma de vida, por ejemplo con la guerra nuclear. Pero para hacerlo, la humanidad debe existir. En concreto el movimiento por la extinción humana voluntaria sería en este sentido una de las peores ideas posibles, ya que abandonaría a su suerte al resto de especies animales sintientes en un mundo lleno de sufrimiento.
Por otra parte, y a “largo plazo”, la desaparición de toda forma de vida sintiente no haría más que retrasar el problema, ya que previsiblemente la evolución se abriría paso de nuevo, creando nuevos seres sintientes, en un ciclo sin fin. Este es en mi opinión el argumento definitivo contra el “botón de la destrucción del universo”, y es el motivo por el cual es interesante que siga existiendo la humanidad en general, y los altruistas racionales en particular: alguien tiene que encargarse de asegurar evitar el sufrimiento futuro, construyendo de alguna forma un paraíso terrenal.
¿Por qué digo que acabar con el sufrimiento extremo es lo más relevante de todo? Tal como explica la Organización para la Prevención del Sufrimiento Intenso: “El sufrimiento rara vez es una buena cosa en sí misma, aunque es cierto que puede conducir al crecimiento personal y a veces nos puede servir para apreciar el valor de las cosas positivas. Pero el sufrimiento intenso de la tortura o de ciertas enfermedades crónicas puede hacer la vida literalmente insoportable. Este sufrimiento de quien desesperadamente reclama algún tipo de alivio está a un nivel completamente distinto, y hace relativizar en comparación otras formas menores de sufrimiento. No hay nada más urgente que prevenir o aliviar el sufrimiento intenso de los seres con capacidad de sentir”.
Por eso defiendo la eutanasia, el suicidio asistido y los cuidados paliativos siempre que exista un sufrimiento intenso que no conduzca a un bien mayor. Todos vamos a morir y si nos encontramos en una situación irremediable, no tiene ningún sentido alargar la vida unas semanas o meses más, ni siquiera unos años, si esto va a añadir mucho sufrimiento a nuestra vida. Siempre será mejor una vida un poco más corta, pero con menos sufrimiento. Por el mismo motivo también exhorto a la responsabilidad en el aspecto reproductivo. Traer nuevas vidas al mundo sin poder asegurar que sean felices, no sólo éstos hijos, sino los hijos de sus hijos y así sucesivamente, no parece una buena idea.
Agradecimientos
Agradezco a los revisores sus valiosos comentarios sobre el borrador de este artículo, los cuales me permitieron mejorarlo: Imma Six, Raúl Mella, Patri Pérez, Jonathan Leighton, Octavio Muciño, Robert Daoust y Axelle Playoust-Braure.
La imagen es de Amanda Sukenick.
Muy buena reflexión.
Creo que cada vez hay más gente que asume esta realidad.
Le dejo un enlace a uno de los últimos videos de Inmendham que lo expresa con su furor habitual. Todo un referente para mi.
https://www.youtube.com/watch?v=P2UXmU7PTRI
Un cordial saludo.
Hola me llama la atención en tu blog cuando dices “Hay un tercer grupo de motivos tal vez poco intuitivos, pero lógicos, basados en las consecuencias de nuestras acciones. Por una parte y a “corto plazo”, la humanidad está demostrando su capacidad para acabar con todo el sufrimiento ya que está demostrando su capacidad para acabar con toda forma de vida, por ejemplo con la guerra nuclear. Pero para hacerlo, la humanidad debe existir. En concreto el movimiento por la extinción humana voluntaria sería en este sentido una de las peores ideas posibles, ya que abandonaría a su suerte al resto de especies animales sintientes en un mundo lleno de sufrimiento.”
Yo soy antinatalista simpatizante de la extincion humana. Realmente crees que puede haber un mundo con mayor sufrimiento si la humanidad desaparece que el que ya está provocando cada día de formas horribles como se puede ver en documental dominion y documental terricolas (earthlings)?
Yo creo que no. Ni de lejos en un mundo sin humanos puede haber tantos horrores como el que los humanos provocan a diario.
Muchas gracias por tu comentario, Mary. Me siento muy identificado con tu posición, ya que la especie humana es extremadamente poderosa y ha sido y es responsable de cantidades obscenas de sufrimiento entre los propios humanos y entre los animales no humanos. Adicionalmente, la humanidad es capaz de llevar a cabo experimentos o torturas sin mucha más finalidad que la de crear tanto sufrimiento como sea posible. Pero creo que resultaría precipitado asignar esta propiedad únicamente a los humanos. Se ha observado a gatos y delfines prolongar “innecesariamente” la tortura de sus presas antes de matarlas.
https://www.dw.com/es/los-gatos-no-son-malos-ni-crueles/a-45009438
https://www.lr21.com.uy/ecologia/1314907-delfines-razones-para-odiarlos
Desde una perspectiva muy amplia, no creo que la humanidad tenga nada de particular moralmente. Su comportamiento se explica por su poder e inteligencia, y el caso de la humanidad como especie malvada es simplemente un ejemplo más de las fuerzas dominantes del universo y de la evolución, según las cuales existe, al menos en este momento de la historia del tiempo, un desequilibrio entre el bien y el mal, de forma que abunda el sufrimiento y no el disfrute, y es mucho más fácil hacer daño que hacer el bien, seguramente por motivos relacionados con la entropía y la segunda ley de la termodinámica.
https://manuherran.com/asimetrias-y-compensaciones-entre-placer-y-dolor/
Actualmente la humana es la especie dominante del planeta, pero podría no haber ninguna o haber varias. También podrían ser triceratops, cucarachas o ballenas quienes sometieran a todas las demás especies. Cuando imagino mundos en los cuales no es la humana, sino otra, la especie que ha adquirido grandes cotas de inteligencia y poder sobre las demás especies, no me resulta difícil imaginar escenarios con más y con menos sufrimiento que el actual. No creo que la humanidad tenga nada de particular, desde esta perspectiva muy amplia.
Lo que sí cambia las reglas del juego de la evolución natural tal como la conocemos es nuestra capacidad de realizar modificaciones genéticas. Podemos acabar con el sufrimiento y crear un paraíso en el que todos los seres vivos sintientes vivan en armonía, tal como propone David Pearce. Lo tenemos al alcance de la mano, si queremos.
https://www.hedweb.com/
Referencias
https://www.academia.edu/10177677/La_cuesti%C3%B3n_del_mal_natural_bases_evolutivas_de_la_prevalencia_del_desvalor