[English version] [Versión en Podcast]
Detrás de casi todo lo que escribo está la idea de que el dolor es muy malo. ¿Y si estuviera equivocado? ¿Y si el dolor no fuera tan malo? ¿Y si el dolor no fuera tan doloroso? ¿O al menos no tan relevante? ¿Y si el dolor no fuera lo que parece? Aquí exploraré brevemente estas ideas, a las que llamo “eliminativismo del sufrimiento”, mencionando los mejores argumentos que he podido encontrar.
Quiero reunir aquí los mejores argumentos a favor del eliminativismo del sufrimiento. ¿A que me refiero con “eliminativismo” del sufrimiento? Es la idea de que el sufrimiento no existe (versión fuerte o estricta) o al menos, no es lo que parece (versión débil). En esta versión débil incluyo también ideas como “no es tan relevante” o “no es para tanto” o “no es tan malo como parece”.
Pero empecemos antes por otros eliminativismos más intuitivos:
- Eliminativismo de la consciencia: la consciencia no existe, o al menos, no es lo que parece.
- Eliminativismo de la identidad: la identidad no existe, o al menos, no es lo que parece.
- Eliminativismo de la sintiencia: la sintiencia no existe, o al menos, no es lo que parece.
- Eliminativismo del placer: el placer no existe, o al menos, no es lo que parece.
- Eliminativismo del dolor / del sufrimiento: el dolor / sufrimiento no existe, o al menos, no es lo que parece, o al menos, el dolor no es tan doloroso (el dolor no es tan malo), o no es tan relevante.
El eliminativismo de la consciencia y de la identidad son muy razonables, al menos en su versión débil.
La versión fuerte también se puede defender con cierta facilidad siempre que la diferencia entre “lo que parece” y “lo que es” sea tan grande que justifique decir simplemente “eso no existe”.
Por ejemplo, una nube en el cielo puede parecer un perro, pero hay una diferencia tan grande entre lo que parece (un perro) y lo que es (una nube), que puede resultar más apropiado decir “ese perro en el cielo no existe” que decir “ese perro en el cielo no es lo que parece”. Quizás la expresión más acertada en este caso fuera: “parece que hay un perro en el cielo pero lo que está ocurriendo realmente es algo totalmente distinto”. De forma análoga:
- Parece que existe la consciencia, pero lo que está ocurriendo realmente es algo totalmente distinto
- Parece que existe la identidad, pero lo que está ocurriendo realmente es algo totalmente distinto
- Parece que existe la sintiencia, pero lo que está ocurriendo realmente es algo totalmente distinto
- Parece que existe la placer, pero lo que está ocurriendo realmente es algo totalmente distinto
- Parece que existe la dolor, pero lo que está ocurriendo realmente es algo totalmente distinto
Eliminativismo de la identidad
La identidad no es lo que parece seguramente porque el individualismo cerrado no existe y en cambio sí existe el individualismo abierto y vacío.
Eliminativismo de la consciencia
Tal vez la consciencia no sea más que recursividad, y lo que importa aquí es la sintiencia: ser capaz de sentir cosas positivas o negativas. Placer y dolor. Satisfacción y sufrimiento. ¡Vamos con ello!
Eliminativismo de la sintiencia
Jacy Reese Anthis del Sentience Institute puede considerarse un eliminativista de la sintiencia. En su opinión, ni el placer ni el dolor son lo que parecen.
Eliezer Yudkowsky menciona (de alguna forma) que los cerdos no sienten. Entiendo (traduzco) esta idea como la idea de que los cerdos no tiene una identidad suficientemente desarrollada como para sentir dolor mas allá del Individualismo Abierto. Es decir, entiendo que EY no niega que exista sufrimiento cuando un cerdo es castrado sin anestesia (como el 77% de los cerdos en la Unión Europea). En cambio, lo que creo que EY niega es que ese sufrimiento esté vinculado al “yo” del cerdo (quizás, porque el cerdo, en opinión de EY, no está desarrollado suficientemente como para tener un “yo”). Pero el sufrimiento existe. Al no estar vinculado a nadie, podríamos hablar de un sufrimiento platónico o propio del Individualismo Abierto.
Eliminativismo del placer
Hay autores que opinan que tal vez el placer no exista, y sin embargo sí una amplia gama de tipos de dolor. Lo menciona José Antonio Jáuregui en una nota al pie en su libro “El ordenador cerebral”.
Yo considero que el placer no existe, al menos no es lo que parece, ya que no es relevante. Esta no es una aseveración fundacional, ontológica, sino empírica. No creo que el placer no pueda existir y motivar, sino que los seres sintientes que conocemos han sido producidos por la evolución de tal manera que el placer es irrelevante o casi irrelevante. Es posible que el sufrimiento también sea irrelevante desde el punto de vista de la motivación.
En mi opinión el eliminativismo del placer no impide el proyecto del Imperativo Hedonista de David Pearce, ya que el placer no se encuentra limitado por condicionantes esenciales sino coyunturales. La ausencia de placer no es un problema ontológico o fundacional sino accidental, consecuencia del estado actual de las fuerzas dominantes nuestro universo.
Por cierto, el eliminativismo del placer nos puede ayudar a dejar de fumar.
Eliminativismo del dolor en la forma “El dolor no es tan importante”
Utilitaristas Positivos y optimistas crónicos como Giego Caleiro o Mati Roy valoran lo positivo de las experiencias positivas, pero no valoran (apenas) lo negativo de las experiencias negativas. De forma muy similar, los adalides de la inmortalidad como el ya mencionado Mati Roy José Cordeiro, David Wood y Anders Sandberg son perfectamente conocedores de que en un tiempo indefinido la probabilidad de sufrir todo tipo de experiencias negativas se incrementa de forma abrumadora y sin embargo afrontan esta expectativa con el optimismo de un utilitarista positivo.
Hay un recurso que podemos llamar “la actitud adecuada en una montaña rusa”. Una vez montado en una montaña rusa, si las caídas vertiginosas nos dan pánico, es mucho peor echarse hacia atrás tratando de evitar lo inevitable, tratando de frenar lo que no podemos frenar. La postura correcta mientras bajamos a toda velocidad por una montaña rusa es inclinado hacia delante, como si quisiéramos ir todavía más rápido. Así, algo desagradable se convierte literalmente en agradable.
Esta forma de abordar el problema del sufrimiento (“la actitud adecuada en una montaña rusa”) puede ser la más exitosa frente a lo que no podemos cambiar y pude explicar el éxito del optimismo crónico.
Eliminativismo del dolor en la forma “El dolor no es lo que parece”
Robert Anson Heinlein propone en una de sus novelas (¿Tiempo para amar?) una anestesia que no elimina el dolor, sino el recuerdo del dolor. ¿Podría ser así siempre de alguna forma? ¿El dolor es siempre el recuerdo del dolor? Si eso fuera cierto, quizás el dolor no exista, o al menos, con toda seguridad, el dolor no sería no es lo que parece.
Paneudaimonia es la idea de que todo el universo es placer absoluto, excepto en el dominio de lo que conocemos como seres sensibles, en el que todas las experiencias implican diferentes tipos de sufrimiento. Esta es una interpretación de la naturaleza del sufrimiento muy particular. Si fuera cierta, esto cambiaría nuestra percepción de lo que es el dolor y sus implicaciones (el dolor se identificaría con la vida, con la identidad diferente del resto; y el placer se identificaría con la muerte y la ausencia de identidad separada del resto).
Shinzen Young, considera algo así como que “la ecuanimidad permite experimentar incluso el dolor extremo sin sufrir”. Además, Aatu Koskensilta sospecha que existe una tendencia (paradójica) a no aceptar el dolor como una especie de afirmación existencial o ética, de modo que uno se siente como si uno se estuviera traicionando a sí mismo al no estar lo suficientemente molesto por todo ello de una manera que sea realmente dañina.
El más original y brillante argumento que conozco para defender el eliminativismo del sufrimiento lo escribió, según recuerdo Facundo Cesa, quien escribió (cito de memoria): Si le quitas […] (y aquí hizo mención, tal como recuerdo, entre otras, a las preferencias y al impulso de supervivencia)” el dolor no “duele”.
Lamentablemente, ese texto se perdió. Lo que recuerdo es una explicación que decía algo como lo siguiente (me refiero a la idea de fondo, no a las palabras ni los ejemplos): el dolor es un mecanismo de motivación que surge ante el riesgo de perder una funcionalidad útil o imprescindible para la supervivencia del individuo o para su reproducción. Si al dolor de un suceso le pudiéramos quitar todos esos componentes evolutivamente negativos, si no existieran todas esas consideraciones futuras negativas para ese individuo, el dolor no “duele”.
De hecho, pudiera ser al revés: un pequeño “dolor” (como el pinchazo de una aguja) o incluso un gran dolor (como el de morir aplastado) podría ser interpretado de forma – evolutiva – positiva, muy positiva. Por ejemplo, la inyección con la carísima y muy exclusiva medicina que salvará nuestra vida, o morir aplastado protegiendo a nuestros hijos sabiendo que gracias a nuestro sacrificio, con toda seguridad ellos van a conservar su vida. Esos dos eventos podrían ser interpretados en nuestro cerebro como incluso placenteros (evidentemente, el caso de la aguja con la medicina milagrosa será más fácil de imaginar).
Eliminativismo del dolor en la forma “El dolor no es tan malo”
Los siguientes testimonios se refieren a experiencias dolorosas intensas. En todas ellas se prioriza la funcionalidad con criterio evolutivo antes que el alivio del dolor.
- Cuando me rompí el tímpano saltando a la piscina, mi obsesión no era aliviar el terrible dolor, sino salir del agua lo antes posible, no fuera a ser que el dolor tan intenso me hiciera desmayarme y morir ahogado.
- Cuando sufrí la torsión testicular mientras iba conduciendo solo pensaba en llegar al hospital lo antes posible, no para que me aliviaran el dolor, sino para que me arreglaran eso. Si simplemente me hubieran ofrecido un anestésico, lo hubiera rechazado. Creo. Con anestesia o sin ella, lo que quería era solucionar ese problema.
- El siguiente testimonio aporta matices a la idea de “insoportable” del sufrimiento. Cuando decía que “el dolor de espalda era tan insoportable que no podía moverme” no me refería a que mi dolor como experiencia fuera especialmente intenso (aunque lo era; era muy agudo), sino que el dolor me imposibilitaba hacer cierto movimiento en concreto. Yo intentaba hacer el movimiento (porque estaba intentando salir del coche), pero entonces venía un latigazo de dolor, el dolor dominaba mi voluntad, y el movimiento se inhibía. La única forma en la que pude salir del coche fue arrastrándome por el suelo. Hubiera querido hacerlo de forma más digna, incluso con mayor dolor, pero simplemente, mi cuerpo no obedecía. En ese sentido el dolor era “insoportable”: no porque fuera horrible, sino porque el cuerpo no obedecía mis ordenes.
- Es posible que muchos de nosotros hayamos experimentado un pequeño o gran trauma al conocer el sufrimiento intenso y horrible que ha experimentado alguien con quien empatizamos, incluso aunque no le conozcamos de nada. Por ejemplo, al leer una terrible noticia. A mí estos traumas me pueden afectar mucho y no he encontrado ningún mecanismo realmente bueno para aliviarlos, salvo uno, que es terrible y nauseabundo: cada vez que me ha llegado el conocimiento de un sufrimiento, pero esta vez de magnitud superior al anterior, este nuevo conocimiento me crea un nuevo trauma, sí, pero el trauma anterior desaparece. De alguna forma, el terrible sufrimiento anterior se convierte en “horrible, sí, pero no tan malo” al compararlo con otro de magnitud superior. Al no haber nada que asegure que esta aborrecible progresión no pueda continuar, un sufrimiento cualquiera siempre podrá catalogarse como “horrible, sí, pero no tan malo”.
¿Dolor sin riesgo para la supervivencia o la reproducción?
Es difícil encontrar ejemplos de situaciones en las que exista dolor o sufrimiento en general, y eso no suponga un riesgo para la integridad y en definitiva, para la la supervivencia o la reproducción. Posiblemente porque el dolor sea un mecanismo íntimamente asociado a maximizar la supervivencia y la reproducción. Tal como menciona Facundo Cesa en “¿Por qué duele tanto el dolor?“:
“A nuestros genes no les importamos. No quieren que seamos felices, porque no somos máquinas de felicidad sino máquinas de replicar genes (lo mismo se aplica a la adquisición de conocimientos precisos y fiables, y por eso necesitamos del Método Científico para poder adquirir conocimientos A PESAR del hecho de ser monos irracionales que se enamoran de sus ideas y no quieren soltarlas incluso cuando no encajan con los hechos). Por eso somos capaces de sufrir por soledad, por falta de sexo, por falta de status, o por cualquier cosa que en nuestro pasado evolutivo fuera antecedente causal de dificultades reproductivas (en otras palabras, cada forma de sufrimiento es funcional para la replicación de los genes que programan esa forma de sufrimiento, ya que deriva en su copia). Lo mismo vale para el dolor (que es un tipo de sufrimiento, como la tristeza, el asco, la vergüenza, etc.): señaliza cosas que en nuestro pasado evolutivo eran antecedente causal de dificultades reproductivas. Por ejemplo, no hacer caso a lo que nos hiere (o a las heridas mismas) solía ser antecedente causal de infecciones mortales, y resulta que morirse por lo general es un serio impedimento para la reproducción. Bajo esta luz funcional del dolor, la razón de la magnitud del dolor que causa un golpe en los testículos es clarísima.”
Es decir, el origen dolor físico está íntimamente ligado a los intereses de los genes. Si pudiéramos quitarle al dolor físico ese componente negativo desde el punto de vista del criterio evolutivo de supervivencia y reproducción, podría sorprendernos que dicho dolor “ya no duele tanto”.
Otros eliminativismos
- Eliminativismo de la realidad objetiva: la realidad objetiva (ahí fuera) no existe, o al menos, no es lo que parece.
- Eliminativismo de la realidad moral o del realismo moral: la realidad moral (ahí fuera) no existe, o al menos, no es lo que parece.
2 Comments