¿Sobre quién recae la carga de la prueba?

Este texto requiere una definición de evidencia.

Las ideas principales de este texto son las siguientes:

  • Las tesis serias requieren evidencias, tanto si son afirmativas como negativas.
  • No siempre hay un claro ganador, y en esos casos tanto una tesis como la contraria tienen la carga de la prueba.
  • Por lo general es mucho más fácil demostrar la existencia de algo (cuando existe), que demostrar la no existencia de algo (cuando no existe), pero podemos encontrar contra-ejemplos.
  • Si obtenemos evidencias muy grandes, determinantes, para una afirmación, podemos directamente descartar la afirmación contraria. Pero si las evidencias que obtenemos no son determinantes, antes de inclinarnos en mayor medida hacia la afirmación con más evidencias, deberíamos observar detenidamente como son obtenidas dichas evidencias, y si el ámbito del asunto que estamos estudiando favorece de alguna forma injusta y sesgada a una de las dos posiciones en contienda. En ocasiones este efecto será tan leve que seguiremos considerando como más probable (aunque sea poco más) aquella con más evidencias. En otro casos, el efecto será tan fuerte que podríamos considerar como más probable aquella afirmación para la que no hemos obtenido ninguna evidencia, aun teniendo evidencias de la afirmación contraria (aunque no determinantes, como ya se ha dicho). Y en un caso intermedio se da la curiosa situación de que todas las evidencias obtenidas para una afirmación se ven compensadas por el sesgo provocado por el mecanismo por el que son obtenidas, de manera que ambas expresiones quedan empatadas en cuanto a la carga de la prueba, no importando que para una de ellas tengamos algunas evidencias y para la otra ninguna.

 

¿Qué es tener la carga de la prueba?

  • En términos generales, podemos pensar que si hacemos una declaración, no tendremos “la carga de la prueba” cuando dicha expresión sea trivial, auto-evidente, o este soportada por buenas evidencias, determinantes. En ese caso, la expresión contraria tendrá la carga de la prueba. Y viceversa: si nuestra declaración es trivialmente falsa, tendrá la carga de la prueba, mientras que su negación no la tendrá.
  • Sin embargo ¿Cuál es exactamente la negación de una declaración o hipótesis? Dependiendo de cómo formulemos la negación, podemos encontrarnos con algunos problemas.
  • Por ejemplo, cuando se producen paradojas. “Esta frase tiene seis palabras” es evidentemente falsa, pero su negación (al menos su negación de la siguiente forma:) “Esta frase no tiene seis palabras” es también evidentemente falsa.
  • Si necesidad de paradojas, podemos considerar que la hipótesis opuesta a “Ella le mató con un cuchillo” es “Ella no le mató con un cuchillo”, pero ambas podrían ser falsas, si simplemente, ella no le mató de ninguna manera.
  • En definitiva, una afirmación y aquellos que la defienden tendrán la carga de la prueba cuando dicha afirmación no esté soportada por suficientes evidencias. Tener la carga de la prueba supone tener la responsabilidad de encontrar dichas evidencias para poder soportar la afirmación. Esto se puede plantear como un juego o proyecto de investigación, en el que se parte de una hipótesis, y se trata de encontrar evidencias de ella. El simple hecho de que una afirmación tenga la carga de la prueba no nos dice nada acerca de si la afirmación contraria tiene o no la carga de la prueba.

 

Las tesis serias requieren evidencias

Podemos declarar toda suerte de cosas cabales o inverosímiles. Para que una aseveración sea tomada en cuenta seriamente (en el sentido de que sea considerada como cierta, o al menos como probable) deberá estar soportada por evidencias, o ser por sí misma auto-evidente. Es decir, todo aserto tiene la carga de la prueba (la necesidad de aportar pruebas, o ser auto-evidente). Ante la pregunta general “¿Quién tiene la carga de la prueba?”, la respuesta general es: todas las tesis (y todos los autores de las tesis) tienen la carga de la prueba.

Ahora bien, cuando se habla acerca de “quién tiene la carga de la prueba” habitualmente se hace referencia al caso particular en el que, existiendo una expresión y su contraria (la opuesta), y teniendo una de ellas suficientes o bastantes evidencias y la otra pocas o ninguna, le corresponde al autor del segundo enunciado (falto de evidencias) mostrar éstas.

El clásico “affirmanti incumbit probatio” quiere decir que dentro de una discusión corresponde a quien afirma demostrar la existencia de lo afirmado. En este contexto existe una terrible confusión con la palabra “afirmación”. Es una palabra que no he usado en los párrafos anteriores, empleando en su lugar sinónimos como: declaración, aseveración, aserto, tesis, expresión o enunciado. La confusión consiste en creer que la palabra “afirmación” implica una declaración de algo que existe, es o sucede, en positivo. Tal como explica esta entrada de Wikipedia consultada en agosto de 2017: “No debe confundirse la afirmación como acto de reconocimiento de una verdad enunciada, con el hecho de que dicho enunciado sea gramaticalmente afirmativo o negativo. Una negación sigue siendo, bajo el punto de vista lógico, una afirmación. La afirmación puede ser enunciada tanto afirmativamente como negativamente”.

El que afirma debe mostrar evidencias de lo afirmado, y esto se aplica a todas las afirmaciones, ya sean gramaticalmente afirmativas o negativas. Esta idea también es mencionada en la siguiente entrada de Wikipedia consultada en agosto de 2017: “El onus probandi (‘carga de la prueba’) es una expresión latina del principio jurídico que señala quién está obligado a probar un determinado hecho ante los tribunales. El fundamento del onus probandi radica en un viejo aforismo de derecho que expresa que «lo normal se entiende que está probado, lo anormal se prueba» […] el onus probandi significa que quien realiza una afirmación, tanto positiva («Existen los extraterrestres») como negativa («No existen los extraterrestres»), posee la responsabilidad de probar lo dicho”.

Es decir, la carga de la prueba no siempre recae en quien afirma que algo existe o sucede (en positivo). También puede recaer en quien afirma que algo no existe o no sucede. Por ejemplo, yo puedo afirmar “yo existo” o “la silla en la que estoy sentado existe”. Disponiendo de evidencias de ambas cosas, si mi interlocutor afirma lo contrario, esto es: “tu no existes” o “la silla en la que crees que estás sentado no existe”, será él quien tenga que aportar argumentos de sus afirmaciones gramaticalmente negativas. En resumen, en el caso de dos afirmaciones opuestas, la carga de la prueba recae más sobre aquel que expresa aquella idea con mayor incertidumbre (menor certidumbre). Otro ejemplo: “El sol saldrá mañana” es una afirmación que se aproxima a la certidumbre absoluta, por lo que en el caso de dos afirmaciones opuestas, quien debe soportar la carga de la prueba es quien diga “El sol no saldrá mañana”.

Si alguien afirma que hay una tetera de porcelana girando alrededor de Marte, es a dicha persona a quien le corresponde argumentar en favor de dicha aseveración, pero no porque se trate de una aseveración gramaticalmente afirmativa, tal como he comentado, sino porque se trata de una declaración arbitraria, y lo razonable es pensar que es más probable la no existencia de dicha tetera que lo contrario. La órbita de Marte es limitada, y no tenemos buenas razones para pensar que allí haya teteras. Otra cosa bien distinta sería, considerando un universo infinito y con masa infinita, afirmar que haya algo similar a una tetera girando alrededor de un planeta similar a Marte.

 

No siempre hay un claro ganador

Dado que el debate sobre la “carga de la prueba” es una cuestión de disponer de más o menos evidencias, en muchos casos no habrá un claro ganador, y ambos tendrán la “carga de la prueba”, aunque es posible que uno más que otro.

Vamos a analizar ahora un caso muy interesante ya que permite configurar escenarios en los cuales podemos obtener buenas evidencias tanto de la existencia como de la no existencia de algo. Se trata del caso del gen de la fibrosis quística y el concierto de David Bisbal.

Sabemos que una de cada 25 personas es portadora del gen que produce la fibrosos quística.

Si tomamos una persona X al azar y

  • A dice que X posee el gen que produce la fibrosos quística
  • B dice que X no posee el gen que produce la fibrosos quística

la carga de la prueba recae sobre A (quien afirma que algo existe), ya que sabemos que es improbable que una persona al azar tenga este gen.

Pero si tomo las 3.000 personas que fueron al último concierto de David Bisbal en Almería y

  • A dice que al menos una de ellas posee el gen que produce la fibrosos quística
  • B dice que ninguna de ellas posee el gen que produce la fibrosos quística

la carga de la prueba recae sobre B (quien afirma que algo no existe), ya que sabemos que es extremadamente probable que en un conjunto de 3.000 personas al menos una tenga este gen.

Ahora bien, si un cantante de menor éxito únicamente reunió a 20 o 30 asistentes a su concierto, ambas afirmaciones tendrían claramente la carga de la prueba, que será mayor o menor en función de la mayor o menor incertidumbre de la afirmación, es decir, en función del número de asistentes al concierto. Pero si un cantautor de poca monta toca para un público formado por dos personas, será poco probable que allí se encuentre el gen de la fibrosos quística: la carga de la prueba recaería más sobre aquel que afirmara que en ese concierto se encuentra el gen.

En resumen, todas las afirmaciones deben ser probadas, y tanto más cuantas menos evidencias tengan, y ya sean afirmaciones afirmativas o negativas. Éste no es un asunto binario en el que uno tiene la carga de la prueba y el otro no, sino que una afirmación tendrá más o menos evidencias y por tanto menos o más “carga de la prueba”. Cuando muchas evidencias se acumulan en una afirmación (afirmativa o negativa) y pocas o ninguna en la contraria, es cuando decimos que la segunda tiene la carga de la prueba, pero en realidad ambas la tienen.

A veces este debate se mezclan y confunden varias ideas:

  • la idea de que nada puede ser probado del todo
  • la idea de que las evidencias se obtienen habitualmente y con mayor facilidad – sobre todo en el mundo físico – a partir de algún tipo de prueba positiva (la prueba de que algo es o existe), pero mucho más difícilmente a partir de pruebas negativas (la prueba de que algo no es o no existe)
  • la idea de que, en última instancia, las evidencias se obtienen a partir de algún tipo de prueba positiva.

 

En la siguiente imagen dice: “Después de pegar mil carteles, subirlo a las redes, llorar por horas, acusar a mis vecinos de robarlo y llamarlo por su nombre sin respuesta, resulta que ¡nunca salió de la casa!”

Dadas dos afirmaciones opuestas (el gato no está en la casa y el gato si está en la casa; dios no existe y dios si existe; no hay una tetera de porcelana orbitando en Marte y sí la hay), podremos acumular evidencias para una u otra. Ninguna será totalmente definitiva y si una de las dos acumula muchas y/o buenas evidencias y la otra ninguna, o muy pocas y débiles, diremos que la carga de la prueba recae en la segunda afirmación, pero si obtener evidencias para la primera es mucho más fácil que para la segunda, deberíamos tener esta injusticia en cuenta.

Además, a veces las evidencias que obtenemos son de muy poco peso, o de peso medio, no determinante. Es decir, quizás estemos acostumbrados a una especie de competición por ver cuál de las dos afirmaciones tiene más carga de la prueba; pero también hay veces en las que ambas afirmaciones tienen tan pocas y malas evidencias (o ninguna), que ambas tienen la carga de la prueba, siendo la diferencia del tamaño de la carga de la prueba entre una y otra, despreciable. Es decir, si una afirmación tiene evidencias de mucho peso, determinantes, entonces no perdemos el tiempo buscando evidencias de la afirmación contraria: la damos por falsa. Pero si las evidencias no son determinantes, no solo tenemos que valorar las evidencias de la afirmación contraria, sino la facilidad con la que estas evidencias son obtenidas, y si el proceso de obtención de evidencias favorece a unas evidencias frente a otras.

Por ejemplo, en cada habitación en la que buscamos, no encontramos al gato. No es una gran evidencia de que no esté en la casa, pero a medida que revisamos más y más habitaciones, el conjunto de evidencias va tomando peso, mientras que dado que no vemos ni escuchamos al gato, tenemos pocas o ninguna evidencia de que el gato esté en la casa. Pero esto puede ser injusto si el gato es muy bueno jugando al escondite. Ambas hipótesis tienen la carga de la prueba.

Evidentemente, si vemos al gato en una habitación, ésta evidencia tiene un peso enorme, determinante, para soportar la afirmación “el gato está en la casa” y en cambio no ver al gato en una habitación tiene un peso muy pobre para soportar la afirmación “el gato no está en la casa”. Normalmente tenemos en cuenta esta injusticia, pero otras veces nos despistamos y creemos que no tener evidencias de la existencia de algo es una evidencia de su no existencia, pero no es así.

¿Por qué insisto en esto? Porque solo tenemos buenas evidencias de la existencia de sintiencia (o consciencia) en un ser cuando ese ser es parecido a nosotros. Pero si el ser es diferente a nosotros, esas evidencias serán tanto más difíciles de conseguir. Por tanto es injusto atribuir más carga de la prueba a la sintiencia de seres diferentes sin tener en cuenta esta injusticia.

En el caso de las afirmaciones sobre el gen de la fibrosis quística y las 3.000 personas que asistieron al concierto de David Bisbal, supongamos que las evidencias se obtienen únicamente a partir de las pruebas genéticas de la existencia positiva del gen. Inicialmente la tesis más probable será la que afirma, en base a la información conocida, que “al menos una de ellas posee el gen que produce la fibrosos quística”, pero si a medida que realizamos test genéticos, uno por uno, observamos la ausencia del gen, cuando nos queden 12 personas por analizar (menos de la mitad de 25), la carga de la prueba se habrá invertido y la tesis más probable será ahora que “ninguna de ellas posee el gen que produce la fibrosos quística”.

En el caso de la afirmación “El Dios cristiano descrito por la Biblia existe” o cualquier otra afirmación relativa a seres divinos o mitológicos concretos, específicos, descritos por alguna de las 4200 religiones vivas en el mundo o alguna de las ya extintas, es a quien realiza dicha afirmación sobre quien recae la carga de la prueba. Pero esto no quiere decir que no tengamos absolutamente ninguna evidencia en favor de la primera hipótesis, por leve que sea. Si alguien experimentara que el dios cristiano le habla en sueños o en algún estado alterado de conciencia, podríamos contabilizar esta experiencia como una leve prueba a su favor, de la misma manera que si alguien cree ver un pingüino en el polo norte podemos dar un cierto peso a dicha percepción, aún cuando lo más razonable sea pensar que no hay pingüinos en el polo norte y que el dios cristiano es una invención.

A pesar de ello, por otra parte, si alguien afirmara que existe “algún tipo de ser superior o sobrenatural que es de alguna forma creador o responsable del universo que conocemos” y otro afirmase lo contrario, me parece que no podemos establecer un claro ganador en la batalla por evitar la carga de la prueba.

En el caso de la afirmación “Los seres con sistema nervioso central operativo poseen sintiencia”, la carga de la prueba recaería sobre quien afirmase lo contrario, ya que existen abrumadoras evidencias de que los seres con cerebro sienten. Sin embargo, si alguien afirmase P1: “Ninguno de los seres sin sistema nervioso central operativo posee sintiencia” y otro afirmase lo contrario, es decir, P2: “Hay seres sin sistema nervioso central operativo que poseen sintiencia” considero que no existe un claro ganador, y aún cuando concediéramos más validez a la premisa P1 que a la P2, debemos reconocer que el nivel de certeza (poca) que tenemos en este asunto (sobre la sintiencia o no de los seres sin cerebro) no es comparable a la certeza (mucha) que tenemos en cuanto al asunto de la sintiencia en los seres que sí tienen cerebro.

Por supuesto, las afirmaciones (positivas o negativas) sobre algo que no existe se encuentran en general desventaja sobre las afirmaciones (positivas o negativas) de algo que sí existe. Por ejemplo, si la tetera de porcelana existiera, podría ser más sencillo localizarla y mostrar pruebas de su existencia que, no existiendo, mostrar indicios de su no existencia. Pero no siempre ha de ser así. Por ejemplo en las afirmaciones sobre la existencia o no del gen de la fibrosis quística en una persona, basta con hacer el test y comprobar el resultado. La afirmación sobre la no existencia del gen no se encuentra en desventaja respecto de la afirmación sobre la existencia del gen.

Si bien es cierto que, tal como en el ejemplo de “Un dragón en el garaje” de Carl Sagan, demostrar en un debate y con rotundidad la no existencia de una entidad puede volverse una tarea imposible si a cada intento de refutación le sigue una adaptación de las características de dicha entidad para evitar las implicaciones de cualquier prueba física, esto no impide demostrar razonablemente la no existencia del dragón invisible, esto es, asignar mayor probabilidad a la no existencia de dicho fantástico dragón, recayendo la mayor carga de la prueba sobre quien afirma que existe.

Muchas confusiones relacionadas la carga de la prueba están originadas por la categorización binaria de las afirmaciones entre las aceptables y las no aceptables. Sin bien esto puede ser algo práctico, una concepción más bayesiana del concepto de evidencia, en el que no se manejan verdades que en la práctica se consideran absolutas, sino afirmaciones con mayor o menor grado de certeza, se ajusta mejor al conocimiento que realmente tenemos. Así, ninguna teoría sería considerada como totalmente verdadera, sino “la mejor que tenemos por el momento”, y ninguna afirmación estaría totalmente exenta de la “carga de la prueba”.

Posted by Manu Herrán

Founder at Sentience Research. Chief Advisor at The Far Out Initiative,

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