Ayer estuve en la #ThinkMadrid2018 de IBM, un evento estupendo en el qué gracias a los muy amables IBMers entre otras cosas aprendí cómo se programa un ordenador cuántico. En los ordenadores clásicos tenemos un circuito de propósito general que permite ejecutar todo tipo de programas. Una vez introducido el programa en el ordenador, los datos atraviesan este programa y circuito, generando una salida a partir de una entrada. En el ordenador cuántico en cambio, la máquina física es los datos, realmente todos los datos posibles, representando cada posible bit en un qbit. De alguna forma podríamos decir que es el programa el que atraviesa los datos, un programa qué trata de colapsar todas las posibles combinaciones de datos en aquella combinación que resuelve el problema. La computación cuántica se presenta como una máquina de deseos qué va a permitir hacer cosas que antes parecían imposibles, incrementando los riesgos de falta de control de una posible Inteligencia Artificial General (o próxima a general). Esto hace extremadamente importante saber qué queremos conseguir con esta gran capacidad.
Hay muchas cosas que consideramos valiosas como la complejidad, la belleza, la vida, el amor, la virtud, la trascendencia, el conocimiento, el poder, la inteligencia etc. En este mismo instante innumerables seres están experimentando cosas maravillosas como el amor, el placer, el orgasmo, el reconocimiento o la amistad. Pero también muchos otros (humanos y no humanos) están ahora mismo siendo torturados, agonizando por frío, hambre, sed, fuego, enfermedades, etc. Si somos capaces de ponernos en el lugar de otros, deberíamos reconocer que aliviar el sufrimiento intenso de aquellos seres que luchan desesperadamente por dejar de sufrir debería ser nuestra máxima prioridad y el primer deseo a pedir a esta fantástica máquina.