Bueno, resulta que ahora estoy enseñando el método científico. La ciencia es la búsqueda del conocimiento (¡Me refiero al buen conocimiento!) y para ello utilizamos la evidencia como herramienta. La palabra “evidencia” en Ciencia no tiene el significado coloquial de “confianza absoluta”. Por el contrario, la evidencia es aquel mecanismo que nos permite ajustar las probabilidades acerca de si una hipótesis es verdadera o falsa. La ciencia no ofrece verdades absolutas sino verdades provisionales que se revisan constantemente. El método científico requiere de un escepticismo metodológico.
-¿Y cuáles son esos métodos para acercarse a la verdad? – me pregunta un estudiante inteligente -. ¿Cuáles son los tipos de evidencia?
-Hay muchas maneras de obtener buenos conocimientos -respondo-. Hay uno de ellos, fundamental, que es tener la humildad de basarse en el trabajo de otros investigadores. Si no, la ciencia no podría progresar. ¡No podemos saber de todo! Por esto en un paper científico se incluyen referencias a los trabajos de otros investigadores, en los que nos basamos.
-¿Pero no dijiste hace unas semanas que apelar a la autoridad es una falacia argumentativa? – Increpó -.
-Eso es cierto. Pero se supone que esos trabajos han pasado un filtro de calidad en el que se comprueba que se han hecho mediante buenas evidencias. Por eso os dije que debéis citar fuentes de la literatura académica, no de blogs de Internet.
-Bien, pero con esa explicación volvemos al mismo punto, ¿Cuáles son esas buenas evidencias?
-Hay muchos métodos de obtener buen conocimiento -respondo-. Pero los mejores de ellos son, sin duda, los experimentos replicables, las observaciones que se pueden replicar a lo largo del tiempo.
-¿Y qué pasa con el Problema del Pavo Inductivo? – Me responde -.
-Tienes razón, ese es un problema grave para el inductivismo y el empirismo. Pero al menos sabemos que existen otros métodos de obtención de conocimiento como la intuición que sin duda son peores y yo diría hasta acientíficos.
-Te equivocas – dijo otro estudiante insidioso -. Como explica muy bien Gavin de Becker en “El valor del miedo” tenemos intuiciones muy valiosas que pueden salvarnos la vida, ya que han sido seleccionadas por la evolución. Podemos definir la intuición como “conocimiento que no sabemos que tenemos” o al menos, como “conocimiento que no entendemos bien, que no sabemos por qué está ahí, en nuestras cabezas”. Pero eso da igual. Sigue siendo conocimiento y puede ser muy válido.
-Tú también tienes razón – acepté-. Me parece que lo que pasa aquí es que lo que comúnmente llamamos “Ciencia” se refiere a procesos que se llevan a cabo con calma. No estamos hablando de cómo reaccionar en décimas de segundo ante un peligro. Efectivamente, el conocimiento intuitivo que puede salvarnos la vida es un conocimiento muy válido, aunque en ciencia apenas hablemos de ello.
-Esto me recuerda a una charla de Richard Dawkins, su famoso “¡Perras!” en el que explica que la validez de la ciencia se demuestra porque los aviones vuelan, los ordenadores calculan…
-Exactamente. La ciencia se ocupa del conocimiento y la prueba de la utilidad del conocimiento es la tecnología. La tecnología, a su vez, proporciona herramientas.
-¿Herramientas para qué? ¿Cuál es la prueba de la utilidad de las herramientas? – El primer estudiante me atacó nuevamente.
-Como todo, la reproducción y la supervivencia. El filtro de la presión selectiva se aplica a todo.
-Entonces, si en última instancia el método científico produce conocimiento cuya utilidad se valida a través de herramientas cuya utilidad se valida mediante presión selectiva, entonces, en última instancia, la ciencia no persigue la verdad, sino la reproducción y la supervivencia. Como todo.
-Exacto. – Tuve que admitirlo.
-Entonces el método científico es una farsa.
-Correcto. – Miré nerviosamente el reloj. ¡La clase ha terminado!
Nota: esta conversación nunca existió. En este artículo empleo el diálogo y la anécdota como recursos literarios.
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