El castigo no tiene valor intrínseco
Es un grave error pensar que “castigar a los culpables” es algo valioso por sí mismo.
Ver: https://manuherran.com/no-castigues-al-culpable/
¿Tiene sentido que los representantes de un estado afirmen estar en contra de la violencia?
El estado es la institución en la que los ciudadanos delegan para administrar la violencia.
¿Cuándo es aceptable la violencia?
Creo que sólo es aceptable aquella violencia o aquella norma que establece en qué casos usar la violencia, hacia cierto individuo, cuando dicho individuo, bajo un criterio de interés propio, la acepta para prevenir otro mal aún mayor.
Antes del castigo: restitución
El castigo se plantea hacia un ser intencional que ha hecho algo que hubiera sido mejor que no hubiera hecho. Antes de pensar en el castigo se ha de pensar en la restitución: revertir en lo posible la situación actual hacia la situación anterior. Por ejemplo, en un sistema donde existe la propiedad privada y en un contexto en el que considera que robar es malo, antes de pensar en castigar al que ha robado hay que pensar en cómo devolver lo robado.
¿Por qué castigar?
Hay distintas explicaciones, teorías y argumentos para justificar la validez del castigo.
En mi opinión, estas son difícilmente aceptables:
- Porque siempre se ha hecho así, porque es la costumbre
- Porque así lo dice alguna ley o norma
- Porque quiero y puedo, tengo la fuerza y el poder para hacerlo y nadie se me va a oponer
- Por venganza
- Por compensación o justicia poética: por equilibrar los daños recibidos entre los causantes de los daños
En mi opinión, estas pueden ser aceptables:
- Como enmienda, como forma de reconocimiento de culpabilidad y petición de perdón a la sociedad
- Por prevención: para evitar situaciones no deseables en el futuro
Es posible aceptar voluntariamente (e incluso provocar voluntariamente) un castigo como forma de enmienda.
Creo que la prevención es el único objetivo válido de un castigo involuntario.
En caso de duda razonable sobre la bondad de las nuevas propuestas de formas de castigo, por prudencia se puede reconocer un cierto valor en la costumbre y tradición.
¿Cómo castigar?
- Regla de oro consecuencialista utilitarista: un castigo es buena idea cuando el mundo es un lugar mejor después de ese castigo.
- Regla de oro deontologista kantiana: el castigo debe establecerse de forma que pueda convertirse en una ley universal.
- Regla para padres: hay que castigar sin ganas. Si al castigar estás liberando tu ira, seguramente lo estas haciendo mal.
¿Qué sentido tiene castigar, si el libre albedrío no existe?
Ver: https://manuherran.com/libertad/
Hay quien se pregunta: “Si estamos determinados por genes + ambiente ¿qué hacemos con todos los penados? ¿Abrimos todas las cárceles?”. La respuesta es sencilla: ¿cuál era la finalidad de esa pena de cárcel? Según las distintas teorías la finalidad puede ser la sanción (compensación, reacción), la prevención, enmienda, readaptación, etc. Bien, pues dicha finalidad de la pena no se ve afectada por el hecho de no existir la libertad o libre albedrío en el sentido habitual de la palabra, y se puede aplicar igualmente a humanos, animales no humanos o robots.
¿Castigos físicos o psicológicos?
- Hay quien preferiría ciertos castigos físicos antes que ciertos castigos psicológicos
- El rechazo por parte del grupo (ostracismo) no es un castigo menor
¿Castigar el acto o castigar la consecuencia del acto?
100 personas conducen exactamente de la misma forma: al doble de la velocidad permitida, y atravesando una zona por la que pasan peatones que podría ser atropellados. Lo hacen exactamente por los mismos motivos. Por suerte, en 99 de los casos no se produce ningún accidente, pero en el caso restante, el peatón es atropellado y muere tras largos sufrimientos. ¿Debemos aplicar el mismo o diferente castigo?
Si el objetivo del castigo es la prevención, los castigos por actos y por consecuencias deberían establecerse según criterios preventivos, a partir de evidencias.
¿Tiene sentido aplicar el mismo castigo a los 100? Tal vez sí, al menos si se cumplen ciertas condiciones.
Un mundo sin castigos
Ojalá el castigo no fuera necesario. La moderna pedagogía infantil dice que no se debe castigar a los niños nunca, sino establecerles límites, de forma que hay “límites” y “consecuencias”. Me gusta mucho la idea, aunque no estoy seguro de cuánto de ella es simplemente marketing. La idea de educar en “limites y consecuencias” tiene sentido en un ámbito que hace referencia a otro superior que no puede ser controlado. Por ejemplo, en un colegio, hacer daño físico a otro niño es un límite que en el ámbito legal y hasta penal puede tener consecuencias, y esos aspectos legales no pueden ser controlados por el colegio. En adultos, no lavarse y desprender mal olor producirá la consecuencia de que el resto de individuos se alejará de ti, y este es un comportamiento programado que escapa a nuestro alcance, de forma que hay “límites” (de tiempo sin bañarse) y “consecuencias”. Pero si el colegio establece el límite de que tirarle bolas de papel a la profesora en clase tiene la consecuencia de quedarse en en aula solo sin poder bajar al patio al recreo, decir que este es un ejemplo de “limites y consecuencias” sería puro cinismo. Lo que está haciendo el colegio es simplemente establecer un sistema de castigo. Y si mi pareja me dice que hasta que no me bañe no hará el amor conmigo, sería igualmente cínico decir que este es un caso de “limites y consecuencias”, ya que es mi pareja quien ha decidido esa norma y quien tiene toda la libertad para cambiarla.
Quizás a lo que se refieren las teorías modernas al evitar la palabra “castigo” es a que no hay intención de venganza, a que no intención de hacer daño de forma gratuita, sino que se trata de establecer sistemas para solucionar y prevenir conflictos. En ese caso, usar la palabra “castigo” versus usar “límites y consecuencias” me parece más una moda o una simple evolución del lenguaje, aunque no niego que pueda haber buenos motivos para ello.
El enfoque consecuencialista del castigo y la disculpa
Aunque el consecuencialismo estricto pueda ser indistinguible de su propia parodia, de todas formas, es razonable profundizar sobre cuál es la metodología que nos puede acercar a lograr las mejores consecuencias; que formas de castigo son consecuencialistas y cuáles no.
Poner el foco en la intención del acto es una aproximación típica de la ética de la virtud, y claramente no es consecuencialista.
Centrarse en las malas acciones realizadas en el pasado parece consecuencialista, pero literalmente no lo es. Las acciones ocurridas en el pasado tal vez puedan compensarse en el futuro, pero metafísicamente no se pueden deshacer (excepto bajo paradigmas como el eternalismo). Asumiendo que no podemos modificar el pasado y que únicamente podemos influir sobre el futuro, la única forma de ser realmente consecuencialista en emplear como criterio el previsible futuro.
Enviar personas a la cárcel en función de las acciones que han realizado será consecuencialista sólo si el objetivo que perseguimos es la prevención, la educación para la prevención, o cualquier otra consecuencia que eventualmente permita prevenir. Enviar personas a la cárcel por sus intenciones o virtudes también será consecuencialista si la norma se establece con un objetivo de prevención. En cambio, enviar personas a la cárcel por sus acciones, ignorando las consecuencias de enviar personas a la cárcel no es consecuencialista en absoluto.
Por supuesto, cuando las reglas o normas se establecen pronosticando sus consecuencias, esto será puramente consecuencialista, con independencia del contenido de la regla. Una regla o norma que tenga en cuenta la virtud o intención del acto, o el acto en sí, o cualquier otra cosa, será consecuencialista siempre que esté orientada a las consecuencias previstas de aplicar esa norma.
Hay quien pide disculpas por una mala acción de una forma u otra en función de la intención que tuvo. Se debate si se debe pedir disculpas no según la intención que hubo, sino según el impacto que tuvo aquella mala acción. En mi opinión, esta segunda forma sigue sin ser consecuencialista. La forma de pedir disculpas de forma consecuencialista sería enfocándonos en las consecuencias de pedir dichas disculpas.
¿Funciona mejor el premio o el castigo?
El castigo parece funcionar mejor que el premio. Con los castigos se logran cambios de comportamiento con mucha más facilidad que con los premios. Asumiendo que esto es así, ¿a qué se debe? Voy a explorar dos posibilidades:
- El castigo funciona mejor que el premio por el efecto de la “Regresión a la media”
- El castigo funciona mejor que el premio por las asimetrías entre lo bueno y lo malo.
El castigo funciona mejor que el premio por el efecto de la “Regresión a la media”
- El efecto de la “Regresión a la media” también se puede llamar “reversión a la media” o “reversión a la mediocridad”. Se puede usar como una estrategia de inversión, por ejemplo, con medias móviles. El efecto consiste en que los golpes de mala y buena suerte tienden a revertirse. ¿Por qué?
- Por ejemplo, supongamos que tenemos 1000 estudiantes que responden a un breve examen de tipo cuestionario, totalmente al azar. En cada pregunta del cuestionario hay 3 posibles respuestas, de las cuales una, solo una y siempre una es la correcta. Algunos pocos lo harán muy bien, de pura casualidad. Tomemos al estudiante que ha sacado un 8 sobre 10. Si le hacemos otro examen ¿repetirá la nota? ¿Será capaz de mejorarla? Seguramente no. Por mucho que lo premiemos, lo más probable es que en el siguiente examen su desempeño sea mediocre. Ahora tomemos un estudiante que por casualidad ha obtenido un 1 sobre 10. Le castigamos. ¿Mejorará su desempeño? Seguramente sí, y también lo hubiera hecho si no le hubiéramos castigado, ya que la nota más probable es un 3,33 sobre 10.
- El anterior es un caso extremo. Los estudiantes no responden al azar, sino fundamentalmente a partir de sus conocimientos. Sin embargo, además de los conocimientos hay toda una serie de factores que pueden favorecer o perjudicar la valoración. Son estos factores los que he representado y amplificado en el ejemplo anterior. Este fenómeno puede describirse como “la tendencia de los casos extraordinarios a revertirse”.
- Este efecto es precisamente una posible explicación a por que el castigo funciona mejor que el premio: tanto si haces algo muy malo, como si haces algo muy bueno, en ambos casos es probable que lo siguiente que hagas no sea ni tan malo ni tan bueno. Si en el primer caso se castiga y en el segundo se premia, parecerá que el castigo ha tenido efecto, pero el premio no.
El castigo funciona mejor que el premio por las asimetrías entre lo bueno y lo malo
Ver Asimetrías y compensaciones entre placer y dolor, lo bueno y lo malo
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