El principio de la farola encendida

“Las cosas que vemos son las mismas que hay en nosotros” –Hermann Hesse (Demián)

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La mayoría de los argumentos que se emplean para demostrar o reconocer la sintiencia están basados en algún tipo de “parecido” o “cercanía” con uno mismo: mismo aspecto, mismo comportamiento, parecido o cercanía genética / evolutiva, misma utilidad, misma necesidad. Todos son “parecidos”. Así es cómo reconocemos, de hecho, la sintiencia en otros seres. ¿Por qué lo hacemos así? La respuesta está en “el principio de la farola encendida”, algo parecido al principio antrópico. Lo hacemos así porque podemos hacerlo así. Si hemos perdido las llaves en la calle, de noche, primero las buscamos donde hay luz, porque donde hay luz, podemos ver. Esto no quiere decir que debajo de la farola sea el lugar más probable donde estén las llaves. En cambio, debajo de la farola es el lugar más probable donde podremos encontrar las llaves.

Asignar una buena probabilidad a la experiencia sintiente en seres parecidos a nosotros es correcto, pero detenernos ahí puede ser injusto para los seres que son bien diferentes. Si una hormiga reflexionara de esta manera, podría concluir que un pulgón es seguramente tan sintiente como ella, la hormiga. Pero a los humanos y a los osos podría considerarnos no sintientes, por ser demasiado grandes, o incluso no considerarnos ni siquiera “seres” sino más bien “fenómenos”.

Solo medimos lo que podemos medir. Nuestra arrogancia e ingenuidad puede llevarnos a falsas y terribles conclusiones acerca de lo que no podemos medir. Las mediciones son valiosas pero no exentas de inconvenientes.

 

Posted by Manu Herrán

Founder at Sentience Research. Chief Advisor at The Far Out Initiative,

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