La tradicional división entre izquierda y derecha ha sido durante mucho tiempo el eje dominante en la cartografía ideológica. Sin embargo, esta dicotomía se ha revelado, con el tiempo, no solo como insuficiente sino incluso engañosa. Las categorías de “izquierda” y “derecha” han perdido una correspondencia clara con las posturas reales de los ciudadanos, de los partidos y de los gobiernos. Su uso habitual —en medios, debates y análisis— a menudo simplifica en exceso posturas complejas y multifacéticas, sirviendo más como etiquetas emocionales o históricas que como herramientas analíticas.
Frente a esta insuficiencia, el Diagrama de Nolan supuso un avance. Propuesto por David Nolan en los años 70, el gráfico añade una segunda dimensión al eje izquierda-derecha (en el sentido de progresista-conservador), incorporando un eje vertical que oscila entre el autoritarismo y el libertarismo. De este modo, permite representar con mayor precisión a quienes, por ejemplo, defienden una economía de mercado pero rechazan el conservadurismo social, o a quienes promueven políticas igualitarias sin necesariamente favorecer un control estatal fuerte.
Sin embargo, incluso este modelo bidimensional resulta limitado. Existen factores psicológicos y epistemológicos que escapan a estos dos ejes, especialmente en lo que respecta a la forma en que los individuos interpretan el poder, la naturaleza humana y la función de la política.
Propuesta: una tercera dimensión — idealismo vs escepticismo
Propongo añadir una tercera dimensión al diagrama, que permita representar no tanto posturas políticas específicas, sino meta-posturas y, en particular, la actitud cognitiva y moral hacia el poder y la agencia humana. Esta tercera dimensión iría del idealismo al escepticismo:
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En el extremo idealista, encontramos a quienes tienden a confiar en sus representantes políticos, apoyan a “su” partido o líder incluso cuando está en el poder, y creen que es posible —y deseable— construir una sociedad justa a través de decisiones correctas tomadas desde el poder.
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En el extremo escéptico, se sitúan quienes desconfían profundamente del poder, sostienen que los individuos —por muy nobles que sean sus intenciones iniciales— tienden a corromperse cuando acceden a posiciones de influencia, y por ello votan con una lógica de contención: no por el que más les gusta, sino por el que menos daño puede hacer. Esta actitud se traduce en una crítica sistemática incluso al partido con el que simpatizan.
Esta dimensión no pretende establecer una jerarquía moral entre idealismo y escepticismo. Ambos extremos tienen riesgos y virtudes. El idealismo puede derivar en ingenuidad y culto a la personalidad, pero también en compromiso y esperanza. El escepticismo puede ser lúcido y protector, pero también cínico o paralizante.
Un cubo ideológico
Al incorporar esta tercera dimensión, el clásico diagrama de Nolan se transforma en un cubo ideológico, en el que cada individuo puede situarse dentro de un espacio tridimensional:
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Eje X: Izquierda – Derecha (progresista vs conservador)
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Eje Y: Autoritarismo – Libertarismo (control estatal o intervencionismo económico vs autonomía individual y mercado libre)
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Eje Z: Idealismo – Escepticismo (confianza vs desconfianza en el poder y la naturaleza humana)
Este modelo no solo permite una mayor precisión, sino que puede arrojar luz sobre ciertos comportamientos políticos aparentemente paradójicos: personas que defienden políticas autoritarias “por el bien común”, libertarios escépticos que desconfían de toda forma de gobierno, progresistas idealistas que creen en la bondad humana, o conservadores pragmáticos que temen los excesos del poder incluso en sus propias filas.
Antecedentes y propuestas similares
La idea de un modelo tridimensional de la ideología política no es nueva. Entre las propuestas similares se encuentran:
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Hans Eysenck, quien en los años 50 ya propuso un modelo de dos dimensiones: una relacionada con el radicalismo-conservadurismo, y otra con el autoritarismo-libertarismo. Si bien no llegó a un cubo, anticipó la necesidad de más de un eje.
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Mitchell’s Political Compass 3D, una versión tridimensional del famoso “Political Compass”, añade un eje que representa la actitud hacia el cambio: progresista vs tradicionalista, o modernista vs conservador.
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En contextos más recientes, investigadores como Jonathan Haidt han propuesto modelos psicológicos más complejos (como el “Moral Foundations Theory”) para mapear los valores subyacentes que guían las posiciones políticas, aunque no siempre se representan visualmente como un cubo.
No obstante, el eje idealismo–escepticismo parece relativamente inexplorado como dimensión visual de mapeo político. Y, sin embargo, es vital. Refleja algo que la política institucional raramente reconoce: que no solo importan las ideas, sino también el modo en que las sostenemos, defendemos y cuestionamos.
Conclusión: pensar en cubos
Pensar en cubos puede parecer más difícil que pensar en líneas o planos, pero es también una forma más rica y realista de entender la política. No somos solo de izquierdas o derechas. Ni solo autoritarios o libertarios. También somos —y quizá sobre todo— más o menos escépticos frente al poder y a la naturaleza humana. Y ese es, sin duda, un eje que conviene no ignorar.