Recientemente me he encontrado dos casos de personas que reconocen abiertamente su egoísmo y algo que incluso podría calificarse como miseria moral, pero que tiene otras lecturas menos evidentes.
Uno de ellos dijo que mataría a sus propias mascotas con tal de alargar un único día su propia vida o la de alguno de sus familiares cercanos o seres queridos. Otro dijo que sólo es “humano” en su tiempo libre. Que cuando está trabajando no es humano, sino implacable.
Creo que si estos dos casos son representativos de algo extraordinario, ese algo no es más que una combinación de autoconocimiento y sinceridad. En mi opinión, la mayor parte de la bondad que observamos es fingida o interesada, y la mayoría de las personas con las que nos cruzamos a diario nos matarían para robarnos si tuvieran la oportunidad de hacerlo con total impunidad.
“En un sentido profundo no creo que existan el especismo, el racismo, el sexismo o el substratismo. Simplemente existen excusas argumentales y mentales que en la práctica funcionan bien para defender los propios privilegios a costa de los intereses de otros”.
De hecho, la mayoría de las personas participamos de la explotación de seres sintientes (animales no humanos) que son manipulados y asesinados impunemente en nuestro beneficio. En mi opinión, solo en un sentido superficial esto es debido a lo que llamamos especismo. En un sentido profundo no creo que existan el especismo, el racismo, el sexismo o el substratismo. Simplemente existen excusas argumentales y mentales que en la práctica funcionan bien para defender los propios privilegios a costa de los intereses de otros. Si esos argumentos dejasen de funcionar, se usarían otros métodos, no necesariamente argumentos. El caso es seguir comportándose tan egoístamente como conviene a los genes egoístas, lo que como ya sabemos, también deja un cierto margen para la cooperación y el altruismo.
Los individuos, humanos o animales no humanos, ente otras cosas, somos fuertemente egoístas por un imperativo genético. Soy consciente de que expresar esta idea tiene sus riesgos. De ninguna forma la introduzco con el objetivo de que sirva de excusa o indulgencia para quien quiera perjudicar a otros. Pero si queremos cambiar la realidad será mejor mirarla directamente a la cara tal como es, no como nos gustaría que fuera. Nos gusta creer que somos libres, que podemos actuar mejor o peor a voluntad, pero si la genética no fuera determinante, como decía Heinlein “podríamos enseñar cálculo a un caballo”.
Nuestros genes no solamente determinan nuestros impulsos egoístas. También determinan nuestro altruismo y nuestro amor, nuestro deseo de un mundo mejor. La buena noticia es que una vez que tenemos inteligencia y tecnología, y en relación a ambos impulsos (el egoísta y el amoroso), podemos emplear la tecnología y el conocimiento para aumentar la felicidad, la propia y la de los demás, en vez de buscar extender la propia vida a toda costa, que es lo que realmente hacemos. Podríamos hacernos a nosotros mismos más amorosos y menos egoístas. Más felices en definitiva. Porque sabemos perfectamente que es mejor vivir una vida corta pero feliz, que una vida más larga pero con mayores sufrimientos, y sin embargo nos comportamos como si esto no fuera cierto, debido a nuestra “programación” genética.
Quienes se plantean matar a sus propias mascotas como quienes rechazan su “humanidad” en el trabajo, en última instancia también buscan la felicidad. Pero no se dan cuenta que esa búsqueda de la felicidad, tal como habitualmente se entiende, es parte de un engaño al que hemos sido sometidos por los genes.
Genes que estamos en condiciones de modificar, y así liberarnos de esta esclavitud.
Por supuesto, la modificación de nuestros genes para ser más amorosos y menos egoístas puede ser considerada una aberración, como también lo ha sido diseccionar cadáveres, una transfusión de sangre o un trasplante de corazón. También se puede argumentar que la modificación genética podría perjudicar nuestra aptitud evolutiva. ¿Acaso la cesárea lo ha hecho? ¿Acaso dejaremos de hacer cesáreas para que mueran los portadores de genes de caderas demasiado estrechas? Aunque la naturaleza nos ha “programado” para sobrevivir a toda costa, lo que en realidad queremos es ser felices, no tener vidas largas.
Ya que la tecnología avanza más rápido que el desarrollo moral, preferiría que el desarrollo tecnológico se ralentizara. Pero en caso de que esto no fuera posible, y si la tecnología fuese barata y al alcance de todos (así ocurre con CRISPR) podemos promover que, si se emplea, sea para reducir el egoísmo, reduciendo ese deseo fuertemente arraigado de alargar la propia vida a toda costa (a costa del sufrimiento de los demás) y para aumentar los impulsos amorosos y solidarios con otros seres sintientes.
Hola Manu, no conocía esta faceta tuya.
Me resulta muy coherente la visión que desarrollas y muy poco publicitada.
Gracias por regalarnos este punto de vista alternativo para comprender mejor como es esa losa que nos condiciona tanto.
Si Darwin levantará la cabeza!!!!
Un abrazo.
Trini
Hola Manu,
comparto tu punto de vista, al menos en su gran parte… si bien mi planteamiento es que la felicidad no es una meta sino un medio…. y siendo feliz aceptando no modificando el entorno, adaptándome a él (con ayuda de todo lo que esté a mi alcance tecnología, ciencia , o como lo quieras llamar)es como siempre se consigue hacer feliz al entorno … Sin duda lo sorprendente de esos dos casos que has encontrado es que lo verbalicen, porque no encuentro curioso su comportamiento o proceder, sino más bien muy habitual….
Creo que voy a leerte más 🙂 y welcome!